miércoles, 29 de abril de 2009

Patriarcado, capitalismo y racismo sostén de la trata de personas

Por Hypatia Velasco Ramírez
http://www.cimacnoticias.com/site/s07092402-CONTEXTO-Patriarca.30438.0.html

El uso capitalista en serie del cuerpo de la mujer

Por: Sonia Ordoñez
http://www.mujeresenred.net/IMG/pdf/TRABAJO_ARTEMUJER_Ciudad_Juarez-1.pdf

Trata de personas: El capitalismo en los cuerpos

Argentina Centro de Medios Independientes
http://argentina.indymedia.org/mail.php?id=284479

Delitos impunes de los militares

Por: Miguel Ángel Granados Chapa
Plaza Pública, Periódico Reforma, 6 de marzo de 2007.

El 26 de febrero la señora Ernestina Ascensio Rosario fue asaltada en su domicilio en la comunidad de Tetlatzinga, municipio de Soledad de Atzompa, en la sierra de Zongolica, Veracruz, presumiblemente por miembros de una partida militar que había acampado en el cercano barrio de Ahuescoa. La infortunada mujer, cuya edad no ha sido precisada (pues la información al respecto oscila entre 70 y 82 años) fue violada por los agresores con tal brutalidad que pocas horas después falleció en el hospital de Río Blanco, a donde se la trasladó en el inútil intento de salvarle la vida. Con todo, ella misma pudo afirmar que eran militares sus agresores, lo que ha sido corroborado por testigos que vieron a integrantes del Ejército entrar y salir de la casa asaltada.
El 1 de marzo, la Secretaría de la Defensa Nacional expidió su boletín número 17, en que informa: “Con relación a la publicación de algunas notas periodísticas en las que se menciona que una mujer de avanzada edad, originaria de Tetlazingo, Veracruz, falleció a consecuencia de la presunta violación por personal militar, la Comandancia de la 26a. Zona Militar realizó diversas acciones, entre las que destacan exámenes médicos y entrevistas a los efectivos militares desplegados en el mencionado lugar, sin que hasta el momento se haya encontrado alguna prueba que los involucre.
“No obstante que la Procuraduría de Justicia del Estado de Veracruz lleva al cabo las investigaciones correspondientes, el agente del Ministerio Público Militar procedió a integrar una averiguación previa para deslindar responsabilidades, quien con independencia y autonomía determinará lo que en derecho proceda, sin que hasta el momento se hayan encontrado pruebas o indicios fehacientes que señalen como probables responsables a personal militar”.
Lo mismo informa el gobierno de Veracruz. El subsecretario de Seguridad Pública Carlos Francisco Mora Domínguez dijo el 4 de marzo que miembros de la policía de esa dependencia y de la ministerial realizan investigaciones en la zona, “pero por el momento no se sabe si son o no son elementos de la Sedena” los responsables de la agresión. (El dictamen, 5 de marzo). Por su parte, la Comisión Nacional de Derechos Humanos admite la posibilidad de que lo sean, pues el 3 de marzo informó haber iniciado una investigación sobre el caso. Envió a cinco visitadores al lugar de los hechos al que identifica, como lo hago en el párrafo inicial de estas líneas, como Tetlatzinga, que han solicitado información a las dependencias locales concernidas y a la Secretaría de la Defensa Nacional, específicamente a la Dirección General de Justicia Militar.
Una partida del Ejército se presentó en la última semana de enero en Soledad Atzompa. Su actuación obligó al alcalde de ese municipio a enviar el 2 de febrero una queja a la Zona Militar mencionada, cuyo cuartel se encuentra en Orizaba. Denunciaron arbitrariedades cometidas por soldados y oficiales que “nos maltratan como si fuéramos animales, porque erróneamente suponen que no conocemos nuestros derechos”. La autoridad municipal afirmó no tener noticia de las causas del despliegue militar, y le pareció inadmisible “que su presencia aquí se deba a una estrategia de intimidación a nuestro pueblo nahua, que es democrático. Lo que no aceptamos es que no se respete a las autoridades municipales y comunitarias”.
Después de tres semanas sin obtener respuesta de la comandancia castrense se produjo el incalificable atentado contra la señora Ascensio Rosario, cuya muerte, aunque no hubiera sido causada por militares, según sostiene la superioridad, no mereció a ésta ni siquiera la mención del nombre de la víctima y menos aún una nota de lamentación por el suceso. Tras ese ataque, el ayuntamiento se dirigió al presidente de la República para decirle que “la institución castrense hasta ahora no nos ha servido, por lo contrario, sólo nos ha agredido atentando contra nuestra integridad física y dignidad como personas, como humanos. Por eso demandamos y emplazamos al Ejército para que de inmediato salga de nuestro territorio y no vuelva más, y a usted, con igual respeto, demandamos que haga justicia a nuestro pueblo, para que este inexplicable crimen no quede impune, ni se repitan los abusos ni arbitrariedades que ya hemos denunciado”.No ha sido raro que miembros del Ejército cometan delitos del fuero común, especialmente en comunidades lejanas donde sus efectivos quedan acantonados durante mucho tiempo. La regla frente a las denuncias correspondientes es que la única consecuencia sea la impunidad. Hay un caso en que probablemente no fuera así, pero acontecimientos recientes parecen refrendar esa lamentable secuela. Se trata de la agresión a 13 bailarinas y sexoservidoras de la zona de tolerancia en Castaños, Coahuila, perpetrada el 11 de julio pasado, poco después de los comicios federales. Fueron sometidas a atroces vejaciones por una veintena de soldados cuyo cometido era resguardar paquetería electoral. A pesar de que los desmanes de esos militares causaron daños y perjuicios materiales en los locales atacados, y lesiones a cantineros y clientes, sólo las mujeres ultrajadas denunciaron los hechos. Identificados 12 de los atacantes, la Procuraduría Estatal de Justicia capturó a ocho, que son procesados. Pero desde el momento de su detención las mujeres acusadoras han sido asediadas para que depongan su acusación, lo que ya hicieron dos, el viernes pasado.

Fallece anciana presuntamente violada por soldados en Veracruz

Por: Andrés T. Morales/Corresponsal
http://www.jornada.unam.mx/2007/02/27/index.php?section=estados&article=028n1est

“Cosas que desgraciadamente ocurren”. Soldados violaron y mataron a anciana, acusan indígenas nahuas.

Por: Laura Castro Medina/corresponsal
http://www.cimacnoticias.com/site/07022803-Soldados-violaron-y.16702.0.html

jueves, 9 de abril de 2009

Por ser mujeres

Por: Ivonne Acuña Murillo
Aparecido en el Periódico Humanidades de la UNAM, Números 268 (Marzo 2004), 269 (Abril 2004) y 270 (Mayo 2004).

POR SER MUJERES (Primera Parte)
Periódico Humanidades No. 268, 31 de marzo 2004
Por: Ivonne Acuña Murillo

“La sudadera era de color rosa, un deslavado rosa que resaltaba sobre la tierra, que la cubría casi por completo. La prenda era el vestigio de un crimen. A más de 20 metros de donde fue encontrada aparecieron los restos de la columna vertebral, un rosario de huesos desarticulados. El cráneo estaba a flor de tierra, tras unos huizaches. Una dosis más de horror: el detalle de un diente de platino con una letra R grabada.
El inventario de la tragedia continuó con el hallazgo de un tenis de color negro con los restos de los huesos de un pie dentro. Veinticinco metros más allá se encontró la pelvis y los despojos de las extremidades inferiores, enfundados en una pantaleta de color azul y un pantalón de mezclilla. Fueron animales de rapiña los que despojaron a ese cuerpo de la última dignidad de yacer completo” (Víctor Ronquillo, Las muertas de Juárez, México, Planeta, 1999: 13).
La cita anterior pareciera tomada de una novela policíaca, en la que el relato adquiere tintes literarios; sin embargo, y para desgracia y vergüenza nuestra y de la humanidad en su conjunto, es la narración de un hecho verídico, que se enmarca en la hoy reiterada práctica de buscar los restos de la hija, la hermana, la madre, la mujer, la novia en el desierto de Ciudad Juárez. Los restos de los que habla Ronquillo pertenecen a Raquel Lechuga Macías, jovencita de 16 años desaparecida en diciembre de 1995. Ella era de tez morena, delgada y de cabello color castaño el cual le caía sobre los hombros, descripción que concuerda con la de muchísimas de las mujeres encontradas muertas en circunstancias semejantes, esto forma parte del patrón encontrado en esta serie de asesinatos.
Lo hasta aquí referido sirva sólo como un mero y sutil acercamiento al mal llamado caso “Las muertas de Juárez”, mal llamado porque pareciera que esas mujeres se murieron solas, de repente y por causas inexplicables; en su lugar, debiéramos decir “Las asesinadas y desaparecidas de Ciudad Juárez”, pues no sólo los cadáveres dan cuenta de un fenómeno sin precedentes en México, en el que el número de mujeres asesinadas es impreciso -nadie tiene la cifra exacta, la única seguridad en que dicho número se sigue incrementando -en 1999 Víctor Ronquillo (Op.cit.: 189) hablaba de cerca de 200 mujeres asesinadas; en el año 2001, Diana Washington Valdez, reportera de El Paso Times, menciona que la cifra asciende ya a 300, el periodista Sergio González Rodríguez, en uno de los trabajos de investigación más completos realizados al respecto y que lleva por título Huesos en el desierto, habla de más de 300, en 2002; en 2003 Amnistía Internacional, en su informe “Muertes intolerables, México: 10 años de desapariciones y asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez y Chihuahua”, presentado al presidente Vicente Fox, el 11 de agosto del año pasado, habla de más de 370 muertas, de las cuales al menos 137 presentan signos de violencia sexual-, a éstas se suma la enorme cantidad de mujeres desaparecidas, más de 70 según las autoridades locales, más de 400 según ONG’s, 4500 de acuerdo con datos ofrecidos por la Comisión Nacional de Derechos Humanos en 2003. No se tiene certeza alguna del paradero o destino de tantas mujeres, no se sabe si están muertas también, o si fueron víctimas de la “trata de blancas” y han sido obligadas a prostituirse en otros países, o ¿qué fue de ellas? Por otra parte, es importante señalar que dichos crímenes no sólo se cometen contra mujeres adultas, sino contra niñas y jovencitas, que son víctimas de la saña y la violencia de género. Estudios de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez y del Grupo Ocho de Marzo, ONG dedicada a atender casos de violencia en contra de las mujeres, revelan que 61 por ciento de los crímenes se ha cometido contra mujeres de 15 a 24 años; de este porcentaje, 37% de las víctimas tiene entre 15 y 19 años. Ha habido víctimas tan pequeñas como una niña de 6 años y mujeres que rebasan con mucho el rango promedio. Todo lo anterior habla de un fenómeno sin precedentes en la historia de México y me atrevería a afirmar, del mundo. Y digo sutil acercamiento porque el horror vivido por esas mujeres violadas y al parecer, torturadas durante días antes de morir, es un cuento sin fin de atrocidades (violaciones tumultuarias, mutilaciones, estrangulamiento, quemaduras, etc., al estilo de una hermandad secreta) que rebasan con mucho la imagen que la cita reproducida al inicio de este artículo nos muestra.
Ahora, la violencia en contra de las mujeres no es un fenómeno nuevo, por el contrario, con mayor o menor intensidad, ha acompañado por siglos a las relaciones hombre-mujer. Violencia que se presenta a través de múltiples manifestaciones y prácticas como: la muy antigua costumbre de intercambiar mujeres, documentada hace ya casi cien años por el antropólogo Claude Levi-Strauss, en su libro Tristes trópicos, donde habla precisamente del intercambio de mujeres; o en un caso mucho más cercano a nosotros el “paquete de 20 mujeres”, entre las que iba la Malinche, regaladas a Cortés a su paso por el Golfo de México; y la actual práctica de algunos grupos indígenas, de la República Mexicana, que cambian a sus mujeres por cartones de cerveza. Otro ejemplo, lo da el brindar educación al niño y no a la niña cuando los recursos son escasos, al fin y al cabo ella se casará y será mantenida por alguien más tarde por lo que no hay razón para invertir en su educación, esto en el mejor de los casos, pues en China es conocida la costumbre de matar o dejar morir a las niñas recién nacidas, las cuales representan una carga para la familia, un parásito al que hay que mantener, mientras que el niño, a quien si se considera un ser productivo es deseado y protegido. O el hecho de obligar a las mujeres a procrear a pesar de estar en riesgo su salud física y/o mental, o en casos de violación, como el de Paulina, la niña que fue prácticamente forzada por autoridades panistas a llevar a término un embarazo no deseado a pesar de que la constitución le otorgaba el derecho a abortar. Finalmente, la pena desigual asignada a hombres y mujeres acusados de adulterio en países árabes, donde la mujer, casi como única culpable, es condenada a morir lapidada.
Son estos tan sólo esbozos de la violencia que cotidianamente se ejerce en contra de las mujeres, por el sólo hecho de “ser mujeres”. Por supuesto, ese “sólo hecho” no responde a una sola o simple causa, es resultado de un orden social, concebido desde una óptica masculina de acuerdo con la cual las mujeres son consideradas como seres de segunda, como lo apuntó Simone de Beauvoir en su conocido trabajo El segundo sexo, publicado en 1949. (Fin primera parte)

POR SER MUJERES (Segunda Parte)
Periódico Humanidades No. 269, 21 de abril 2004
Por: Ivonne Acuña Murillo

La violencia en contra de las mujeres no es ejercida sólo por hombres, también en algunos casos, los menos, pero siempre en un contexto donde la misoginia está presente, por mujeres. Para hablar de un caso que fue noticia los últimos días de enero, sólo hay que recordar a “Matilde” (nombre ficticio usado para proteger a la víctima) quien fue agredida por una mujer y sus dos hijas (esposa e hijas del supuesto adúltero), que acusándola de adulterio le introdujeron 300 grs. de chile cascabelillo molido en la vagina, ocasionándole quemaduras y lesiones permanentes, aduciendo que lo hecho va de acuerdo a sus “usos y costumbres”, sin que ninguna de las autoridades responsables, el ministerio público de Amealco, en Querétaro, y el presidente municipal de ahí mismo, hicieran algo al respecto para castigar a las supuestas agresoras, a pesar de que “Matilde” acudió con oportunidad a presentar la denuncia de tales hechos, ocurridos el 21 de julio de 2003 (La Crónica de hoy, 27 de enero de 2004). Cabe apuntar que al momento del ataque “Matilde” llevaba de la mano a uno de sus hijos, un pequeño niño de seis años, y a su bebé de ocho meses en brazos, el menor de once hijos, cuyo padre, se afirma en el diario citado, es hijo de Anastasio, el adúltero.
Estos son sólo algunos ejemplos de violencia en contra de las mujeres. Llegados a este punto, cabe preguntarse por los factores que permiten explicar, que no justificar, este fenómeno, aquí se apuntarán sólo algunos:
El primer factor es asumir que los hombres y las mujeres pertenecemos a “bandos” contrarios y que estamos en guerra permanente, lo cual propicia sentimientos a veces de recelo, en el mejor de los casos, y de odio de los hombres hacia las mujeres y viceversa, en el peor de ellos.
En segundo lugar, el inequitativo ejercicio del poder por parte de hombres y mujeres (tema desarrollado desde la óptica de la filosofía política por importantes pensadoras como Carole Pateman, Jean Bethke Elshtain, Mary Dietz y Celia Amorós, debido a múltiples razones como la llamada división sexual del trabajo, la dependencia económica, la división de tareas y espacios de influencia, etc., donde se da la preeminencia de lo público-político sobre lo privado y, por tanto, de lo masculino sobre lo femenino. Teresita de Barbieri, en su texto “Los ámbitos de acción de las mujeres, aparecido en el trimestre enero-marzo, de 1991, en la Revista Mexicana de Sociología, hace una interesante reflexión acerca de la división analítica “público-privado” muy utilizada por las teóricas feministas, en décadas pasadas.
Tercero, la idea generalizada de que las mujeres “fueron creadas” para brindar placer sexual a los hombres. Durante mucho tiempo los esposos tuvieron el “derecho” de violar a sus mujeres –aunque no se reconociera que forzar a la esposa a tener relaciones sexuales contra su voluntad era una violación-, pues una de sus “obligaciones” era atender los requerimientos sexuales de su cónyuge en el momento en que él lo necesitara. Esta idea va más allá cuando se afirma que “cuando una mujer dice no en realidad quiere decir si”, pareciera que en el fondo toda mujer desea ser violada, o al menos, que en la gran mayoría de las veces la culpable de haber sido violada es la mujer.
Cuarto, la arraigada creencia popular de que las mujeres son misteriosas e incluso malvadas o poseedoras de una “natural” tendencia al mal, idea muy bien expresada por Octavio Paz en el Laberinto de la Soledad donde afirma, al referirse a la forma en que los españoles, esos que llegaron a América y fundaron la Nueva España, concebían a las mujeres, “la mujer es un animal doméstico, libidinoso y pecador de nacimiento, que debe ser sometido con palo y guiado por las “riendas de la religión” (1961: 36).
Quinto, la también arraigada creencia de que los hombres poseen impulsos sexuales irrefrenables lo cual los hace tener un comportamiento “naturalmente” agresivo en contra de las mujeres, que además empata muy bien con el punto anterior, cuando pecadora y máquina sexual se encuentran. Sexto, la costumbre de considerar a las mujeres, hijas, esposas, hermanas, como la propiedad del hombre más cercano, lo que por supuesto las coloca en una posición subordinada respecto de los hombres, sea el padre, los hermanos, el marido, o algún otro familiar masculino. En este sentido, destaca el hecho de que el esposo tenía en México, hasta hace poco tiempo y de acuerdo con la ley, el derecho de “educar” a golpes a su mujer e hijos e hijas, siempre y cuando las heridas causadas no tardaran en sanar más de quince días. Séptimo, la conceptuación de las mujeres como seres de segunda, incapaces de desarrollar juicios morales relacionados con temas que vayan más allá de la cocina. Al respecto leer el trabajo ya clásico de Carol Gilligan, In a different voice: Psychological Theory and Women’s the Development, Harvard University Press (existe versión en español). Concepciones de este tipo se convierten en un perfecto “caldo de cultivo” para que hechos tan atroces como los asesinatos en serie y las desapariciones de mujeres en Ciudad Juárez tengan lugar. (Fin de la segunda parte).

POR SER MUJERES (Tercera y última parte)
Periódico Humanidades No. 270, 5 de mayo 2004
Por: Ivonne Acuña Murillo

Considerar a las mujeres como seres de segunda, susceptibles, de ser raptadas, golpeadas, violadas, mutiladas, vendidas, prostituidas, etc., por el sólo hecho de “ser mujeres”, es como se dijo el “caldo de cultivo” perfecto para que atrocidades como las relatadas tengan lugar. Es esa violencia continua, sistemática, cotidiana que se ejerce contra las mujeres la que prepara el ambiente para situaciones como las aquí presentadas. Los crímenes horrendos de mujeres y jóvenes secuestradas, posteriormente encontradas muertas con señales de violencia sexual, son quizás la cara más dramática y más publicitada de la violencia contra la mujer en el Estado de Chihuahua, que también incluye la violencia doméstica o el acoso sexual en la comunidad y en el ámbito laboral.
En este sentido, se pueden consultar las estadísticas de organizaciones como el centro de crisis Casa Amiga, dirigida por Esther Chávez, dedicado a brindar apoyo psicológico, médico y legal a las sobrevivientes de violencia sexual y doméstica y a sus familiares, para constatar la existencia de agresiones continúas en contra de las mujeres. Casa Amiga reporta, en su informe de 2002, que de 1704 casos atendidos por primera vez, 973 fueron por violencia doméstica, 55 por incesto -"el doble de lo registrado en 2001", subrayó Esther Chávez-, 71 casos de violaciones, de las cuales 49 fueron de adultas y 22 de niñas. Pero, si afirmamos que la violencia contra las mujeres no es algo nuevo entonces ¿qué hace hoy diferente el caso de las llamadas “Muertas de Juárez”? En primer lugar, la magnitud, el número de víctimas asesinadas más de 370, en muchos de los cuales puede ser claramente identificado el mismo patrón, más de 137, y la cantidad de desaparecidas, más de 4500, según la CNDH.
Segundo, la saña con que son violadas, torturadas, mutiladas, quemadas y finalmente asesinadas. “La mecánica de los asesinatos durante 95 y 96 (...) en un alto porcentaje se debió a muerte por estrangulamiento; posteriormente, en el año 97 se incrementó la utilización de armas blancas. Actualmente tenemos un panorama diverso en cuanto a la causa de muerte donde las víctimas son mujeres. Las causas van desde el estrangulamiento hasta el machacamiento, o sea el traumatismo severo cráneo-facial. Eso ocurrió en uno de los casos más recientes, se trata de una víctima con 32 años, aproximadamente, la cual murió por machacamiento craneal. Una lesión severa incompatible con la vida. En este caso en especial me llama la atención el grado de sadismo con que se realizó el homicidio: después de la muerte pasaron sobre el cuerpo un vehículo”. Palabras de Irma Rodríguez, odontóloga forense de la Subprocuraduría de Justicia de la Zona Norte, recogidas por Víctor Ronquillo (Op.cit.: 16).
Tercero, la impunidad con que dichos homicidios y desapariciones tienen lugar, ante la ineptitud o el desinterés de los gobiernos, municipal, estatal y federal. “Las muertas de Ciudad Juárez planteaban una acertijo donde se transparentaba el país: la dificultad de la justicia y el peso de sus inercias de ineptitud y corrupción. Pero la certeza del mal en una frontera mexicana también se expandía poco a poco hasta rebasar el perímetro de la aldea, e incluir lo global” (Sergio González Rodríguez, Huesos en el desierto, Barcelona, Anagrama, 2002: 159).
Cuarto, la indiferencia de las autoridades locales, estatales e incluso federales para resolver , o en algunos casos, un claro contubernio de autoridades locales que no sólo no trabajan en el esclarecimiento de los hechos, sino que por añadidura entorpecen las investigaciones e intimidan a los familiares de las víctimas. La relatora especial de la ONU sobre Ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias, Asma Jahangir, en su informe sobre Ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias, en México, señaló que: "La conducta arrogante de algunos funcionarios públicos y su manifiesta indiferencia ante estos delitos permiten concluir que muchos de ellos fueron deliberadamente pasados por alto por la mera razón de que las víctimas eran «sólo» muchachas corrientes y, por lo tanto, no eran consideradas una gran pérdida." (E/CN.4/2000/3/Add.3, 25 de noviembre de 1999, párrafo 89).
Quinto, el aparente contubernio, e incluso actos delincuenciales, de algunas autoridades que no sólo no hacen lo necesario para resolver los crímenes sino que, incluso, alteran y desaparecen pruebas, retrasan las investigaciones y llegan al extremo de intimidar a los familiares de las víctimas en un afán por desalentar sus acciones en la búsqueda de los culpables directos y de los responsables de propiciar un clima de impunidad y desmembramiento del tejido social. En algún momento, las mismas autoridades trataron de desprestigiar a las víctimas, afirmado que las muertas eran mujeres dedicadas a la prostitución, o en su caso de vida licenciosa, mujeres de “cascos ligeros”, de manera que las mujeres que no llevaban esta clase de vida no tenían de que preocuparse. La relatora especial sobre los Derechos de la Mujer de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Marta Altolaguirre, hizo hincapié en esta cuestión en su informe Situación de los Derechos de la Mujer en Ciudad Juárez, México, publicado en marzo de 2003; donde destaca que en 1993, ante el inicio de los crímenes con un determinado patrón, las autoridades reiteradamente culparon a las mismas mujeres de su desaparición o asesinato descartando la existencia de una situación excepcional. Al respecto baste la declaración de Arturo González Rascón, Ex Procurador de Justicia del Estado de Chihuahua: "Las mujeres que tienen vida nocturna, salen a altas horas de la noche y entran en contacto con bebedores están en riesgo. Es difícil salir a la calle y no mojarse". (El Diario de Juárez, 24 de febrero de 1999). Sin embargo, para 1995, el vocero de la Policía Judicial del Estado de Chihuahua, Ernesto García, alertaba “a la comunidad para evitar que las mujeres transiten por lugares desconocidos o a obscuras. Que vayan acompañadas y de ser posible carguen un spray de gas lacrimógeno para defenderse” (Citado por Sergio González, op.cit. : 15).
Sexto, el hecho de que algunos de los crímenes, los menos por supuesto, puedan haber sido cometidos por sujetos no ligados a ninguna organización criminal, que hayan visto la oportunidad de delinquir, tal vez por primera vez, dado el clima de impunidad creado por la falta de castigo a los verdaderos culpables, y que aparentando una asociación con los hechos aquí referidos, hayan imitado el patrón, lo cual agravaría la situación si pensamos que cualquiera, dado el clima de impunidad existente, pudiera estar dispuesto a matar a una mujer, sólo por diversión o pasar el rato.
Y séptimo, y no menos importante, el silencio de una sociedad, en la que los individuos parecen contentarse con pensar que eso no le pasará a nadie de su familia, que las muertas se lo buscaron, que nada puede hacerse, y un sinnúmero de razones más, todas suficientes para acallar la conciencia de una sociedad que pasa de “mayoría silenciosa” a cómplice de dos hechos “la inadvertencia o amnesia global ante un fenómeno extremo de signo anárquico; y el impulso de normalizar la barbarie en las sociedades contemporáneas” (Sergio González, ibid.: 12).

Conclusión
Los asesinatos cometidos en Ciudad Juárez son un crimen en contra de la humanidad, en general, y de las mujeres, jóvenes, pobres, solas en muchos casos, e indefensas ante un agresor oculto y pareciera protegido o “asociado” con las autoridades, en particular. Si este tipo de crímenes sólo se cometen, o preferentemente se cometen en contra de mujeres, estamos hablando de una cuestión de género. Ciertamente, Ciudad Juárez es uno de los lugares con mayor índice de violencia de la República Mexicana, pues de acuerdo con datos oficiales un número también importante hombres muere en circunstancias violentas; sin embargo, los crímenes de género en contra de las mujeres en comparación con los homicidios de varones han crecido al doble. De acuerdo con cifras oficiales, entre 1985 y 1992 se registraron 37 asesinatos contra mujeres, entre 1993 y 2001 la cifra ascendió a 269. Este coeficiente de homicidios de mujeres se duplicó en relación con el de varones. Si los crímenes contra hombres se incrementaron en 300 por ciento entre 1993 y 2001, los cometidos contra mujeres fueron 600% más. Por otra parte, cabe argumentar que lo que diferencia los asesinatos de hombres de los de las mujeres es la agresión sexual, la saña, la premeditación, y por supuesto la existencia de un patrón que se repite sin que las autoridades parezcan capaces o interesadas en detener. Cabe concluir entonces que “las matan por ser mujeres”.
Notas: Parte de los datos citados aquí fueron tomados de la página de la Organización de Naciones Unidas, en Internet.
Otra hipótesis sobre las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, es la del importante sociólogo Sergio Zermeño, la cual expone en su trabajo "El asesinato de mujeres en Ciudad Juárez. México: Maquila y machismo", publicado por la Revista Memoria, No. 183, mayo, 2004. Consultarlo en:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=4556

lunes, 6 de abril de 2009

Mujer lapidada en México al ser acusada de adulterio

http://www.cronica.com.mx/notaImprimir.php?id_nota=105220

"Matilde" presenta denuncia por violación

http://www.cronica.com.mx/notaImprimir.php?id_nota=105029

Violencia contra las mujeres. Un ejercicio de poder

Por: Adriana Gómez
http://www.redesaude.org.br/BCOTXT/viol%20ysalud.pdf

Los orígenes y el control de la violencia doméstica en contra de la mujer

Por: Soledad Larrain y Teresa Rodríguez
http://www.paho.org/Spanish/DD/PUB/PC541-202-209.pdf

La violencia de pareja y la salud de las mujeres

Por: Pilar Blancoa / Consuelo Ruiz-Jarabob / Leonor García de Vinuesac / Mar Martín-García
http://scielo.isciii.es/scielo.php?pid=S0213-91112004000400029&script=sci_arttext

Cepal, violencia de género

http://www.scribd.com/doc/7286020/CEPAL-Violencia-de-genero

ENDIREH 2006
Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2006
www.ismujeres.gob.mx/estadisticas/endireh_sin.pps

ENDIREH 2006. Marco conceptual
http://www.inegi.gob.mx/est/contenidos/espanol/metodologias/encuestas/hogares/ENDIREH06_marco_concep.pdf